
Ya está aquí. Y está pasando delante de todos. La batalla entre el hombre más rico del mundo y el presidente más poderoso. Entre Elon Musk y Donald Trump. Y está siendo caótico, vengativo, mezquino e infantil. Vamos, igualito que este segundo mandato de Trump.
Elon Musk dice que la ley fiscal de Trump puede arruinar al país. Trump le amenaza con rescindir todos los contratos millonarios del gobierno con las empresas de Musk. Y mientras sus acciones se desploman, Musk se ofrece a financiar la creación de otro partido y acusa al presidente de estar en implicado en el caso Epstein, depredador sexual y pedófilo. Ambos se acusan mutuamente de desagradecidos y de haberse vuelto locos. Y seguramente ambos tienen razón.
El viernes pasado, Trump le dio como símbolo de su amistad una llave de la Casa Blanca. ¿Qué ha pasado este entonces? Será que Trump está muy decepcionado porque Elon no apoya su ley fiscal, que puede provocar un déficit billonario, tal vez Elon se enfadó porque Trump iba recortar los subsidios a Tesla o porque no puso un amigo suyo al frente de la NASA. O puede que su desmesura influyan la ketamina y éxtasis, drogas que según el New York Times el dueño de Tesla consumía mucho ya durante la campaña electoral.
Ahora Musk está decidido a hacer mucho daño a Trump. Y viceversa. E igual que el dueño de X gastó muchos de sus millones y algoritmos en ayudar a que el republicano ganara elecciones, puede gastarlos contra él. A ver hacia dónde van ahora las campañas de noticias falsas y manipulación en X, que inflan la visibilidad de las ideas trumpistas. Los tecnobros van a tener que elegir bando. Los magnates, también.
Los dos ex amigos aspiran a hacerse daño donde más duele al otro. Uno quiere arruinarle, el otro, arrebatarle el poder. Y, cuidado, porque cuando dos súpervillanos se enfrentan entre sí, estamos hartos de verlo en Marvel, entre el espectáculo del fuego cruzado, el resto del planeta también corre peligro.
¿Moraleja?
A ver dónde llega el fuego de esta tremenda lucha de egos