
Hace poco murió a los 88 años Joseph Nye, el profesor americano que teorizó que la gran fuerza americana no se debía sólo a su potencia militar (el ‘hardpower‘) sino también a su ‘softpower‘. Al poder blando, la fuerza moral que le daba la admiración por su larga tradición de libertades. Pero Nye escribió un artículo póstumo. Creía qué con Trump Estados Unidos estaba perdiendo ‘softpower’.
Cuando en 1988 el comunismo se derrumbó, otro eminente profesor americano, Francis Fukuyama, escribió ‘El fin de la historia’. La democracia había ganado y era el futuro. ¿Cuánto tardarían los regímenes autoritarios en asumirlo? Pero Fukuyama dice hoy que América va hacia un régimen iliberal.
Trump es la gran amenaza al orden político y económico que ha intentado -no siempre bien- regir el mundo desde la derrota de Hitler en 1945 y, aún más, desde la caída del comunismo. Trump -se ha visto en su reciente viaje a Oriente Próximo- apuesta por un orden mundial fruto de los pactos entre las grandes potencias y los hombres fuertes que manden (sea como sea) en esos países y sus áreas de influencia: Estados Unidos (¿con Canadá y Groenlandia?), Rusia, China, Arabia Saudita… Claro, Estados Unidos debe ser el primero y Trump admira los pocos contrapoderes que tienen Putin, Xi o el príncipe de Arabia.
La primera idea del MAGA (Hacer América Grande Otra Vez) es recuperar el poder industrial americano a través de las tarifas arancelarias. Por eso “la liberación” del 2 de abril. Pero tuvo que rectificar porque los mercados -las bolsas, los bonos USA y el dólar- cayeron en picado. Y Scott Bessent, el secretario del Tesoro, le hizo ver el peligro. Renunció entonces a domesticar de inmediato la Reserva Federal -garantía de una política monetaria independiente-, suspendió por 90 días las brutales “tarifas recíprocas” y llegó a un acuerdo provisional con China.
He escrito -dos veces- que la realidad económica y el pragmatismo de Bessent -sabe que Trump es el jefe pero que la economía es la economía- estaban empezando a domar al presidente. Que Trump rectificaba. Pero las lecturas optimistas pecan de voluntarismo.
El pasado fin de semana la agencia Moody´s retiró a la deuda americana la triple A. Ninguna de las tres grandes agencias de calificación de deuda tienen ya confianza ciega en América. Su deuda es demasiado alta, tiende a subir y las políticas de Trump siembran dudas. El proteccionismo puede tirar al alza la inflación y castigar la inversión y el crecimiento. Y la aprobación el jueves de su gran ley fiscal, que hace fijas las grandes rebajas de impuestos de su primer mandato y que no garantiza ni un aumento de los ingresos ni un sustantivo recorte de los gastos, puede hacer que la deuda americana suba hasta el 120% del PIB en pocos años. ¿Podrá mantenerse así el dólar como eje de la economía mundial?
Trump sacó su ley en la Cámara de Representantes por un solo voto. Y queda el Senado. Es una victoria frágil que, además, no gustó a los mercados. Pero ha hecho que Trump se crezca y vuelva a las andadas. Ha prohibido a Harvard -uno de los símbolos del ‘softpower’- tener estudiantes extranjeros. ¡Por razones de seguridad nacional! Y ha amenazado a Europa con aranceles de nada menos que el 50% el 1 de junio. Una catástrofe. Ahora están en el 10% y con las “recíprocas” eran el 20%.
¿Otra ‘machada’ -como el anterior 175% a China- para negociar desde una posición de fuerza? Posible. Pero… Uno, Trump y Xi deciden solos y Europa es un concierto poco concertado de líderes. Dos, en junio hay una importante cumbre de la OTAN y Trump amaga con rebajar la protección americana y dejar a Europa -a los países del Este- indefensos ante Putin. Tres, China es una gran potencia militar y Europa son 27 países, en varios hay caballos de Troya, y en algunos (España) gente en el Gobierno que confía en las ‘jaculatorias Yolanda’ para frenar a Putin.
¿Qué pasa? El indomable sigue indomable. Europa va lenta hacia el choque con un Trump impredecible. Y España, que sólo es España, lo afronta debilitada porque no sabe alcanzar mínimos consensos.
Junio puede ser pues un mes tan helado como un enero de antes. ¿La esperanza es que los mercados fuercen a Trump a otra marcha atrás?
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