
La cabeza gacha, los brazos en jarra rumiando tras cada gol del PSG. Hasta cuatro en el primer tiempo. Una tunda en contra pocas veces sufrida en su carrera. Messi no está acostumbrado a esas palizas. Una gestión complicada para alguien al que casi siempre le ha tocado vivir enfrente de la portería vapuleada.

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Gianluigi Donnarumma, Achraf Hakimi (Lee Kang-In, min. 69), Willian Pacho, Nuno Mendes (Lucas Hernández, min. 68), Marquinhos (Beraldo, min. 45), Fabián Ruiz (Warren Zaïre-Emery, min. 45), João Neves (Ousmane Dembélé, min. 61), Vitinha, Désiré Doué, Khvicha Kvaratskhelia y Bradley Barcola
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Óscar Ustari, Jordi Alba, Maximiliano Falcón, Marcelo Weigandt, Noah Allen (Tomás Avilés, min. 18), Sergio Busquets, Tadeo Allende, Federico Redondo, Telasco Segovia (Benjamín Cremaschi, min. 75), Lionel Messi y Luis Suárez
Goles
1-0 min. 5: João Neves. 2-0 min. 38: João Neves. 3-0 min. 43: Tomás Avilés. 4-0 min. 47: Achraf Hakimi
Arbitro Wilton Pereira Sampaio
Tarjetas amarillas
Tomás Avilés (min. 19), Marcelo Weigandt (min. 42), Luis Suárez (min. 73)
Messi y el Inter de Miami fueron arrasados por la arrolladora máquina de presionar y de tocar la pelota que es el PSG de Luis Enrique. No tuvo compasión el campeón de Europa con el 10 y sus compañeros. Los pasaron por encima con un arranque espectacular, pleno de robos y desequilibrio. En el segundo tiempo, el Inter no encajó más goles: el conjunto parisino sesteó. La segunda parte fue el refrendo de que Messi respetó uno de los códigos más sensibles del fútbol. Permaneció todo el partido en el campo pese a la humillación del primer acto. Importaba ya más defender el orgullo que el resultado. Messi, Busquets, Jordi Alba y Luis Suárez disputaron todo el encuentro.
Los cuatro, como Mascherano, técnico del equipo de Miami, se vieron defendiendo en medio de todo aquello que habían protagonizado en su plenitud como jugadores del Barça. Sin pelota, persiguiéndola como pocas veces lo habrán hecho en sus dilatadas y exitosas carreras; tratando de tapar espacios. Todos se vieron superados por la misma cultura estilística, con algunos matices, con la que conquistaron el triplete en 2015 bajo la dirección de Luis Enrique en el Camp Nou. Messi tuvo un bocado de realidad como integrante de un club en este Mundial. Con Argentina es distinto. Juega rodeado de jugadores con pierna y talento que compiten en Europa. En el Inter de Miami el talento es él, pero piernas para soportar una apisonadora del campeón de Europa no hay. También los más de 60.000 seguidores del Inter que se dieron cita en el majestuoso Mercedes Benz Stadium de Atlanta tuvieron su porción de realidad. Se presentaron en el estadio convencidos de que con Messi nunca hay tanta distancia para competir en esas condiciones contra un equipo tan autoritario y engrasado como el PSG. Y la distancia fue sideral, aunque enfrente esté Messi. Lo fue desde ese saque inicial en largo buscando el fuera de banda cerca del banderín del córner que Luis Enrique pone en práctica para intimidar y mandar el mensaje al contrario de turno de que le quiere quitar la pelota muy arriba.
No hay equipo que intente con más empeño convertir cada partido en una pelea por un gol infantil y regañado que el PSG. Saca el portero o un central, roban la pelota cerca del área y atacan ipso facto. La jugada chirría y más si el sacador envía la pelota por la línea de fondo como sucedió ante el Inter de Miami.
Nada pudieron hacer Messi y compañía contra un PSG que se encendió primero por la cintura de Kvaratskhelia y después con la lija y seda de Vitinha. Éste enguantó un centro cerrado y curvado al segundo palo que remachó en plancha João Neves. Se desconoce si Vitinha hace mal algo que tenga que ver con el fútbol. Si acaso, por su menudez, el juego aéreo, que también lo pelea, aunque sea para molestar, o hace por colocarse bien para que le caigan los balones sueltos. No había nadie con el volante luso.
Un torrente de remates
La defensa del Inter de Miami ni se enteró del movimiento. El tanto fue la primera gran señal de dónde está un equipo y dónde está el otro en cuanto a nivel competitivo. Luis Suárez no daba crédito y se llevaba las manos a los ojos para decirle a sus compañeros que cómo no habían visto el desmarque de Neves. El gol restó cualquier atisbo de emoción porque dio pase a un torrente de juego y remates por parte del PSG. Es curioso ver en el PSG cómo tres regateadores puros comandaban su ataque: Doué, Barcola y Kvaratskhelia. En este fútbol de tanta presión para robar la pelota, el regate cada vez está más cotizado y no solo en las inmediaciones del área. Defensas y centrocampistas que tengan uno contra uno y lo sepan utilizar para romper las líneas presionantes del contrario empiezan a estar muy cotizados.
El triplete de atacantes de Luis Enrique fue demasiado para la defensa del Inter. Por las veces que fue bailada y las veces que el trabajo de la terna de atacantes del PSG fue decisiva para ahogar al Inter. Pese a su condición de dribladores, los tres tienen buen pie y velocidad para asociarse en las inmediaciones del área. Robo, pim, pam, pum, y segundo gol, empujado a placer por João Neves. El pase fue de Fabián, otro que daba señales evidentes de estar muy por encima de cualquier centrocampista. Avilés, en propia puerta, y Hakimi cerraron la cuenta para el campeón de Europa.
El segundo tiempo ya solo quedó para comprobar cómo Messi gestionaba uno de los grandes códigos: un capitán no se borra cuando su equipo está siendo vapuleado. Y también tuvo el orgullo para tirar de clase. Se inventó un pase de espuela y filtró otro par de ellos marca de la casa. También encendió a los miles de seguidores que lucían camisetas con su nombre.