
A Pepe Mujica lo asocio con la santidad. La santidad no es para mí la fanática adhesión a un credo, religioso o no, sino el acuerdo entre lo que se predica y la vida que se lleva, entre la libertad propia y la solidaridad con los demás. Los santos son humanos, no divinos, y, por supuesto, pueden cometer pecados como el de la ira o el de la carne, pero procuran no prolongarlos. Es su condición de humanos que se esfuerzan por mejorar lo que los eleva a la santidad.
En mi santoral, Pepe Mujica ocupa uno de los primeros lugares junto a Jean Jaurès, Buenaventura Durruti, Martin Luther King y Nelson Mandela. Soy ecuménico, ya lo ven, menciono a progresistas de distintas familias. Sé que todos ellos cometieron errores, cada cual los suyos, pero también sé que dijeron lo que pensaban, que este mundo es manifiestamente mejorable, e hicieron todo lo que estaba en sus manos para mejorarlo. Y, de una u otra manera, todos ellos procuraron que sus vidas fueran concordantes con sus ideas.